viernes, 28 de enero de 2011

EL MES MÁS CRUEL


¿Y si fuera necesario para volar

imitar el mimoso movimiento de los pájaros?

Recurrir a un elemento más ligero que el aire.

El humo

EL MES MÁS CRUEL. Pilar Adón. Ed. Impedimenta. Madrid, 2010.


Pilar Adón, a mi modesto entender, vive más allá del argumento. Instalada en un cosmos selvático, rodeada de vegetación y de libros. Y de seres muy normales vestidos de raros. Con ella deben cohabitar todas las Pilar Adón posibles. Todas las luces y todas las sombras. Su territorio lo conforman las parcelas psíquicas por las que transite y tengan la suficiente fuerza como para crear una huella en su memoria. Su escritura está integrada, ha superado la técnica; produce la sensación de que al dar la vuelta al tapiz, su reverso mostrará una escena diferente, pero con hilos también ordenados, coherentes.

Lo dice muy bien Marta Sanz en la magnífica introducción: lo que más gusta es la duda que genera. La holgura que deja entre el redondo entramado de palabras y la comprensión exacta. La sensación de que tal vez no hemos entendido bien. Y no hay ironía, ni doble intención (pues no deja de ser extraño que alaben el trabajo de uno porque no se entiende). Es curioso que Borges haya acudido a mi cabeza con frecuencia mientras leía los relatos de El mes más cruel. Quizá sea una sinapsis caprichosa. O será por la recurrencia de algunos temas. O por que ambos conducen elipsis en lugar de utilitarios.

Algunos de los relatos (El fumigador, Clara, Culto doméstico...) se quedarán conmigo, como souvenir, al modo en que lo son las grietas después del terremoto. A pesar de esto, debo reconocer que Adón no es mi autora. Encuentro en estos relatos una autenticidad y una sabiduría que va un paso más allá de la literatura, pero no termina de llenarme la deliberada, a mi entender, intención de cripticismo en algunos tramos. Aunque es posible que obedezca a que, sencillamente, ella es así. Tampoco, en general, me han conmovido los poemas incluidos; con honrosas excepciones, como la de la cita con la que empiezo.

Me gusta mucho la sensación de haber leído algo grande y hondo; aunque no se ajuste a mis preferencias, a mi imaginario. O precisamente por ello. La variedad es inabarcable y nos acerca más que nos separa. Este pensamiento me llena de esperanza. Lo importante, creo, es que me deja pensando en cómo librarme de los fumigadores, o de aquellos que, para protegerse de nuestro desprecio, nos enseñan a necesitar su tiranía en nombre del amor.


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