lunes, 23 de abril de 2012


Feliz día del libro.

miércoles, 1 de febrero de 2012

RETRATO DE MUJER

Debe ser a elección.
Cambiar para que no cambie nada.
Es fácil, imposible, difícil, vale un intento.
Sus ojos son, si cabe, una vez azules, otra vez grises,
negros, alegres, sin causa llenos de lágrimas.
Duerme con él como una cualquiera, única en el mundo.
Le parirá cuatro hijos, ningún hijo, uno.
Ingenua, mas la que mejor aconseja.
Débil, más podrá con el peso.
No tiene cabeza, pues la tendrá.
Lee a Jaspers, y revistas de mujeres.
No sabe el por qué de ese tornillo, y construirá un puente.
Joven, como siempre joven, todavía joven.
Sostiene en sus manos un gorrión alirroto,
su propio dinero para un viaje largo y ajeno,
un mazo, una compresa y una copa de vodka.
¿A dónde corre? , ¿no está cansada?
Que no, un poco, mucho, no pasa nada.
O le quiere o se empeña.
Por lo bueno, por lo malo y por el amor de Dios.

Wislawa Szymborska.
Descanse en paz.

martes, 6 de diciembre de 2011

A CUENTO DE DORIAN GRAY


Padre, confieso que he pecado: Oscar Wilde me parece estomagante. No, no es que no reconozca la brillantez de su pensamiento, ni la claridad de su discurso, ni la vigencia de sus conflictos. Tampoco me pasa desapercibida la modernidad que supuso, la renovación que llevó a la narrativa, su reconversión del gótico en algo mucho más a pie de calle y más hondo, si cabe, por menos inconsciente... Es que no entiendo que nadie hable todo el tiempo en aforismos. Y menos que nadie, un personaje. Es decir, no entiendo que un autor pueda poner a alguien a hablar como un oráculo todo el tiempo. Me parece insufrible. A no ser que sea con humor. A no ser que sea como caracterización, que parece que es el caso, pero no es el caso.

He llegado a pensar que como no encontraba manera de dar salida a tanto aforismo le inventó una carcasa de novela. Pobre Dorian. Así, al menos, habría tenido que hacerlo hoy en día, que cas ninguna editorial admite manuscritos de aforismos. Supongo que, después de todo, Wilde es el ejemplo vivo de que venimos cuando tenemos que venir y que escribimos como podemos. Y nada más.

No contento con hacer de Lord Henry Wotton una especie de refranero manchego en fino y en británico, convierte al pobre Dorian en un interlocutor contagiado. Y no contento todavía, se saca de la manga a Gladys, la prima del Lord, quien le da la perfecta réplica aforística en femenino, cuando Dorian, ay del pobre, anda liado en otros menesteres. Y no contento con todo esto, insaciable Wilde, pringa al narrador y emplea un indirecto libre que no remite a nadie más que al propio Wilde, a ese autor agazapado incapaz de olvidarse de sí mismo un solo instante.

Me venía a la cabeza Flaubert que pensaba que el ingenio era contrario al talento de la buena literatura. Pero eso, como Scarlett, ya lo pensaré mañana.

Grande y cansino, Wilde. Te pido perdón por mi impaciencia posmoderna. Y también por mi ignorancia, supongo.


martes, 22 de noviembre de 2011


Ahora entiendo el porqué de los vampiros, de los autómatas, de los castillos medievales y los cementerios llenos de niebla; de los silencios encerrados que solo encuentran vía libre a través de caminos no evidentes, que terminan por serlo, aunque de otra forma.

Es lo que tiene estudiar, dejar que te cuenten, escuchar lo que tienen que decir los que más saben, los que han dedicado su tiempo, su renuncia, a leer lo que escriben los demás. Difícil tarea, la generosidad. La pasión, el compromiso.

Es magnífico ser alumno. Y descubrir la ganga de tener buenos profesores por taitantos euros el crédito. Es magnífico reírse de uno mismo: creernos originales y resultar nada más que ignorantes. Y desmitificar esa necesidad de hablar de mundos nuevos. Es magnífico tener oportunidad para el esfuerzo y meterse en la cama cada noche rodeada de hechos y pensamientos, tan bellos como amados. Un largo pasillo con puertas que se entreabren, para contrariar a las pesadillas.


martes, 15 de noviembre de 2011


No me da tiempo a todo. No es un lamento, es solo una descripción de mis días ahora. He pasado de una rica contemplación a una acción constante. Más mental que corporal. Mis monstruos me esperan, y no me queda más remedio que pedirles paciencia y observar por el rabillo del ojo cómo crecen, cómo empiezan a tener ideas propias, si es que eso es posible. Veo un mundo de incompatibilidades. No sé conciliar, no sé cómo podría. Tantos amores, deseos llenos de matices, intensos y sentidos. Sueño que escribo. Sueño con temas para tesis y tesinas. Sueño con mis monstruos, que me siguen mordiendo en cuanto me despierto. Sueño con que estás muy alto y no llego a tus labios. Quiero escribirlo todo, pero no me da el tiempo. Soy rabiosamente feliz a pesar de que la vida nunca me pareció más cruel. Ni más triste. Y los seres humanos, definitivamente, menesterosos, condenados a vivir incompletos. Condenados.

jueves, 3 de noviembre de 2011

SIETE MIL MILLONES

“Nadie puede aconsejarle ni ayudarle, nadie. Hay solo un único medio. Entre en usted. Examine ese fundamento que usted llama escribir; ponga a prueba si extiende sus raíces hasta el lugar más profundo de su corazón; reconozca si se moriría usted si se le privara de escribir. Esto, sobre todo: pregúntese en la hora más silenciosa de su noche: ¿debo escribir? Excave en sí mismo, en busca de una respuesta profunda. Y si ésta hubiera de ser de asentimiento, si hubiera usted de enfrentarse a esta grave pregunta con un enérgico y sencillo debo entonces construya su vida según su necesidad: su vida, entrando hasta su hora más indiferente, debe de ser un signo y un testimonio de ese impulso.(...)” Rilke: Cartas a un joven poeta.



Me gusta prestar atención cuando la gente habla sobre escritura. Pregunto, incluso.
Y escucho a algunas personas manifestar con soberbia que ellos escriben. Que son creadores.
Otros lo dicen como si fueran Sísifos cumpliendo su condena. Como si no les quedara más remedio que llegar a casa y ponerse a escribir, a pesar de que parece repatearles hasta las entretelas, provocarles un sufrimiento sin medida.
Otros sonríen con cierta suficiencia y, con ligereza te dicen que escribir es tan natural para ellos, tan fácil, que son incontables las páginas que ya han escrito (y por eso no repasan los manuscritos de sus novelas).
Los hay que han publicado varias novelas y en el apartado profesión ponen cualquier otra cosa: profesor, camarero, vendedor, ama de casa. Y cuando les dices, entonces eres escritor, se ruborizan y responden pues supongo que sí.
Hay quien necesita que no haya interrupción, terminar algo y empezar algo nuevo, prontoyaaldíasiguiente, por miedo a que resulte haber sido casualidad, a no ser en verdad un escritor.
Y quien nunca ha escrito nada y se llama escritor sin pudor alguno, porque en su cabeza escribe sin descanso, grandes obras, obras maestras.
Y quien no dice nada, pero le brillan los ojos al oír hablar del tema, y se retira pronto a casa, con cualquier excusa.
Hay muchos, muchos más. Más de los que podría abarcar.
Orgullosos, en el fondo, de nosotros mismos porque escribimos. Porque sentimos ese debo: debo escribir, abrirme al mundo. Con humildad, algunos. Otros no. Seres que nos sentimos diferentes, especiales, porque hemos encontrado esa ventana abierta que da a poniente. Aunque ese sentimiento de ser especiales sea para nosotros mismos, se quede tras las puertas, en el sedimento del amor propio, de la responsabilidad para con quienes somos. Porque al escribir es que sabemos que somos quienes somos. Aunque seamos bien conscientes que eso no nos hace mejores, ni peores, sino solo uno más. Seres humanos. Uno más entre siete mil millones. Como para envanecerse.

viernes, 28 de octubre de 2011

EL ÁRBOL DE LA VIDA


Me habían avisado de que Malick era un poco plomo. Lento, espeso. Y eso me temí durante la primera media hora de El árbol de la vida. Imágenes. Vastedad. Voz en off, Una osada voz en off que habla de Dios como si Dios formara parte de todo lo que es, ha sido y será.

Pero resulta que a mí el hecho de ir al cine me gusta por sí mismo. Me gusta regalarme ese rato, que suele ser en días raros, domingos o lunes o jueves por la noche. Me gusta la compañía y la conversación de después. Aunque no me guste mucho la cinta. Así que me relajé y me permití hacer uno de los posibles viajes que puede que el pesado de Malick proponga con su película.

Un viaje sin principio ni final.

Sin argumento definido planteamientonudodesenlace, pero en el que pasan infinidad de cosas.

En el que es extraño que la comunicación sea exacta, y con palabras.

Un viaje en el que las personas nos amamos a menudo, aunque raras veces sabemos entenderlo o demostrarlo.

Un viaje que parece que termina con la muerte. Pero que no es así. Que quizá siempre esté empezando, aunque eso entre en conflicto con esa cosita tonta llamada identidad. (Yo, yo y yo).

Como la vida.

Un viaje en el que cada instante de la vida está presente al mismo tiempo, en una playa inmensa, los instantes de todos, porque quizá el tiempo no sea esa secuencia de días como longanizas que creemos que es cuando dejamos las cosas para hacerlas mañana.

Quizá sea más bien como un árbol. Árborea, la vida.


Me gustó mucho la peli de Malick.

Me emocionó, porque mordí el anzuelo y revisité mi propia infancia. Me atreví a pisar esos terrenos pantanosos, que duelen en lo hondo, por perdidos, porque siempre dejan cicatrices. Cicatrices de heridas que se están haciendo una y otra vez.

Me emocionó porque dejé de ver a Brad Pitt, a los magníficos niños actores, al soberbio Sean Penn y reconocí la rabia contenida, la envidia y los celos, las contradicciones, las losas que nos imponemos en nombre de un Dios que quizá exista solo porque nosotros lo creemos (¿lo creamos?), para amarlo, para odiarlo, para ignorarlo. Para escupirle a la cara que no creemos en él, a pesar de que solemos culparle de nuestro evidente desamparo, de nuestra condición siempre menesterosa.

El inmenso dolor de querer hacerlo bien y no saber cómo.

La ternura y la compasión que merece todo ser humano.

Me gustó la película de Malick porque me permitió seguir el camino que me diera la gana a partir de sus sugerencias. Porque no me dio, para variar, un argumento masticado. Porque me hizo sentir.

Que pensar ya pienso bastante, con desigual fortuna.

Y sí, me entretuvo mucho más Resacón en Las Vegas. Y es posible que no echáramos de menos veinte o treinta minutillos, si los recortaran aquí y allá. Y tampoco creo que los dinosaurios actuaran por bondad. Pero tiene que haber películas como esta. Gente que la cuente diferente. La vida. Gente que no tenga miedo de hablar de Dios, de incluirlo en su lenguaje. Ni de ser libre. Gente que encuentre palabras más allá de la evidencia.

Salí del cine motivada, convencida de la necesidad de explorar, de encontrar el lenguaje que me permita expresar lo que siento, comunicarme. Salí con ganas de probar, de trabajar duro, de arriesgarme a que me digan bodrio, pesada, timadora.