martes, 6 de diciembre de 2011

A CUENTO DE DORIAN GRAY


Padre, confieso que he pecado: Oscar Wilde me parece estomagante. No, no es que no reconozca la brillantez de su pensamiento, ni la claridad de su discurso, ni la vigencia de sus conflictos. Tampoco me pasa desapercibida la modernidad que supuso, la renovación que llevó a la narrativa, su reconversión del gótico en algo mucho más a pie de calle y más hondo, si cabe, por menos inconsciente... Es que no entiendo que nadie hable todo el tiempo en aforismos. Y menos que nadie, un personaje. Es decir, no entiendo que un autor pueda poner a alguien a hablar como un oráculo todo el tiempo. Me parece insufrible. A no ser que sea con humor. A no ser que sea como caracterización, que parece que es el caso, pero no es el caso.

He llegado a pensar que como no encontraba manera de dar salida a tanto aforismo le inventó una carcasa de novela. Pobre Dorian. Así, al menos, habría tenido que hacerlo hoy en día, que cas ninguna editorial admite manuscritos de aforismos. Supongo que, después de todo, Wilde es el ejemplo vivo de que venimos cuando tenemos que venir y que escribimos como podemos. Y nada más.

No contento con hacer de Lord Henry Wotton una especie de refranero manchego en fino y en británico, convierte al pobre Dorian en un interlocutor contagiado. Y no contento todavía, se saca de la manga a Gladys, la prima del Lord, quien le da la perfecta réplica aforística en femenino, cuando Dorian, ay del pobre, anda liado en otros menesteres. Y no contento con todo esto, insaciable Wilde, pringa al narrador y emplea un indirecto libre que no remite a nadie más que al propio Wilde, a ese autor agazapado incapaz de olvidarse de sí mismo un solo instante.

Me venía a la cabeza Flaubert que pensaba que el ingenio era contrario al talento de la buena literatura. Pero eso, como Scarlett, ya lo pensaré mañana.

Grande y cansino, Wilde. Te pido perdón por mi impaciencia posmoderna. Y también por mi ignorancia, supongo.


1 comentario:

  1. Certero zarpazo de leona a Wilde. Me gusta. Sobre todo por compararlo a Flaubert: eso le habría dolido...

    ResponderEliminar