jueves, 3 de marzo de 2011

ADOLESCENCIA


La vida no siempre es una fiesta. Incluso para los que tenemos la gran suerte de ganarnos el pan con lo que constituye nuestra pasión. Hay trabas, impedimentos mentales, el eterno boicot a nosotros mismos. Si lo avisa John Gardner en su estupendo libro Para ser novelista: uno puede sentirse muy culpable por estar entregado a su afición. La constante sensación de vivir como un adolescente, entregado en cuerpo y alma a hacer lo que le da la gana. A inventar, a vivir en una realidad que no existe. A sacar conejos de chisteras. Chisteras que, a la hora de la verdad, resultan estar vacías. La ficción. Eso si existen. Las chisteras, digo.

Hay días que el trabajo consiste en tomar café. Ir paseando, cazar conversaciones al vuelo. Registrar en la retina al transeúnte. La expresión de la mujer con el perro, el carrito con el bebé, y el niño con uniforme de la mano. Las ancianas con peinado de peluquería detenidas en mitad de la calle, del brazo, volcadas la una sobre la otra, como si fueran a contarse un secreto, pero hablándose a voz en cuello. Sentarse a tomar un café y fingir que se lee mientras se espía. Un hombre con un jersey verde le dice a una mujer que tiene miedo de ella. Las tres chavalas rompen la barrera del sonido de la cafetera con sus carcajadas. El voyeur no toma notas siquiera, pero todo se le queda impregnado. A veces debe contener las lágrimas, o la indignación, o las ganas de opinar. O el deseo de morir, de salir corriendo, de no formar parte de ese conjunto.

Otros días no se puede hacer nada, salvo limpiar la casa, ordenar los papeles, hacerse un horario para incumplirlo. Y luego, cuando ya se ha hecho tarde, es cuando entran ganas de escribir. Pero ya no es razonable, la noche está ahí, el cansancio. Pronto llegará la hora de dormir, e interrumpirse entonces será peor. No empieces lo que no puedes terminar. Ya en la cama aparece el fantasma del día perdido. Se parece a Proust, pero habla como tu madre.

Hay días en que uno mueve una coma y se siente tan orgulloso que después se regala un cine. Y sale del cine, y se siente tan orgulloso, que se va a cenar. Y mientras se come una ensalada en el restaurante de debajo de casa, se siente tan orgulloso que saca un libro y lee dos frases. Y se siente tan orgulloso que pide postre, algo con chocolate. Y cuando regresa a casa, enciende el ordenador, relee la frase con la coma en su nuevo lugar, decide que estaba mejor como al principio y vuelve a cambiarla. Y regresa Proust, remordedor, y le sugiere que mejor ponga el despertador para una hora antes.

Hay días en que nada ni nadie puede separarte de la historia. En que no hay ninguna diferencia entre ella y tú. En que el tiempo se dobla, se introduce en sí mismo, como un calcetín, como el agua de una fuente. Sabes que no comerás de eso, que siempre habrá alguien a quien no le guste, alguien que levante la ceja cuando le digas a qué te dedicas. Pero da lo mismo. Vives en la chistera, eres la chistera misma. El conejo ha salido corriendo y no puedes atraparlo porque eres tú mismo. Y te das cuenta de que tal vez no hay conejo que valga, que eres una cigarra, que lamentas la ausencia de hormiguero. Que es posible que el día de mañana te arrepientas. Apenas un segundo, un parpadeo de consciencia en plena fiesta. Es a lo más a lo que somos capaces los adolescentes. Tan pronto se abren los párpados el panorama vuelve a ser el mismo. Música, festín de tiempo, letras como confeti. Hacer lo que a uno le da la gana. Porque fuera no es así: la vida no se parece en nada a una fiesta. La guerra, el desamor, la soledad, la muerte, la lluvia de los fines de semana. Pero la ficción... menos mal que existe ese karma de la ficción. Menos mal que tiene que haber de todo. Incluso adolescentes fuera de temporada.

4 comentarios:

  1. Pensaba que a este blog le dabas más un tono de crítica literaria, literatura en general, y parece que esta entrada podía pegar perfectamente también en el trenecito, así que me alegro de tener también este blog en lista (la crítica literaria a veces me supera, en parte por la imposibilidad de leer los libros a que te refieres).
    A lo que voy, sigo pensando que deberías publicar esto en alguna parte.
    Y voy a ver donde pongo yo la coma también...
    Por cierto, que ahora me dejas con la mosca de a qué te dedicas, jajaaaa misrterioooooo....
    Excelente.
    Abrazos.

    Jesús.

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  2. Gracias, Jesús. Eres un sol. La verdad es que en este blog no pretendía tanto hablar de libros como reflexionar sobre el hecho de escribir, pero al final no se me da bien separar lo uno y lo otro.
    Estoy planteándome juntarle el motor al trenecito. Más que nada porque lío las contraseñas y escribo cosas y no sé a cuál le pegan más, y... pues eso.
    Mil gracias por venir y comentar y por todo. Un beso.

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  3. Delicioso tu escrito, Leo. ¡Cuánta verdad hay en lo que dices! También los que profesionalmente no nos dedicamos a ello sentimos esa misma inquietud punzante, esa necesidad de volcar el alma en cuanto decimos. La maldición bíblica hubiese podido ser 'Escribirás con dolor! y, para mi añado, en mi fuero interno: Pero luego sentirás un goce inmenso, tal vez porque Dios amó al hombre como Cristo después de maldecirlo como Jehová, ese dios inmisericorde del Antiguo Testamento.
    ¡Qué bien traes a colación al inmenso Proust; él que miraba las rosas y se le caían las lágrimas porque no podía olerlas a causa de su asma. El de las observaciones en su lecho, oyendo los ruidos de la mañana desde la cama, en su habitación cerrada, rememorando a Tante Léonie y a la princesa de Guermantes, escribiendolo todo con su letra menuda, achando una y otra vez llevado de su increible perfeccionismo, porque su alma era tan grande que hubiese necesitado más de una vida para poder volcar tanto sentimiento como albergaba su alma.
    Vivimos ahora una modernidad que nos permite aumentar el círculo de quienes nos leen, al menos a aquellos como yo, que nunca publicaron y escriben cosas heterodoxas y atrabiliarias que necesitan decir imeriosa y anárquicamente. La red nos permite esperar lectores de una forma nueva desde que existe el blog.Y, lo que es aun mejor: Encontrar quien escriba cosas tan lindas como las tuyas que despierten armónicos luego, a la manera de los del piano, si sabemos escucharlos.
    Con tu permiso, te incluyo en mi blog para no perderme nada de lo que escribas.

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  4. Román: Bienvenido. Me alegra que compartamos opinión y que hayas disfrutado con la entrada. Mil gracias por el enlace y por pasarte por aquí. Un saludo.

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