lunes, 3 de octubre de 2011


Mi pequeña experiencia es que el proceso no es lineal, ni puede serlo. Mi gran duda es si un hábito más fuerte, si más horas delante del ordenador, en definitiva, si más disciplina mejoraría esa tendencia al salto, a la lentitud. A solo saber correr o detenerme, nunca ir al paso.

Porque así es mi proceso: inestable, lento, saltimbanqui, casi ceremonioso. Incluso en el soporte: escribo en un cuaderno, pero hay notas que piden reposar en las páginas de otro. Luego nunca recuerdo dónde apunté las cosas. Para rizar el rizo existe el ordenador y su laberinto de carpetas. Sobre el teclado los dedos vuelan y mi verborrea se hace dolorosamente patente. Para ejemplo este botón.

Así, la ganancia de un día, al día siguiente parece un retroceso. Hoy le conozco (se llama Rai y es una suerte de Atlas sobre cuyos hombros descansa ahora la esfera de mis letras), y al día siguiente quiere hacer algo contradictorio. Un día parece interesado, y al final de la tarde se escabulle. Es obsesivo hasta la enfermedad, pero el olvido a veces viene a repararle. Mientras me besa piensa en llamar a otra. Quiere amar, pero no sabe el camino de salida de su propio laberinto.

Claro que quién dice que la contradicción no encierre una linealidad, una lógica inexorable. Género humano.

O puede que todo el misterio resida en que hoy es lunes.


2 comentarios:

  1. jolín, a mi también me pasa lo de las notas (más modestas que las tuyas, seguro, pero igual de rebeldes). No sé cuántas libretas tengo, todas a medias, todas llenas de ideas, y luego no me acuerdo nunca dónde puse qué.
    Yo no conozco a nadie que no muestre contradicciones en su comportamiento. Estoy convencido de que la contradicción es algo inherente en nosotros. Y menos mal, si no las novelas serían aburridísimas.
    besos

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  2. Las novelas serían aburridas, sí. Y las personas más. Lo malo es conciliar contradicción con coherencia. Misión de audaces.

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