jueves, 22 de septiembre de 2011

NO PENSAR

Se confirma: se debe pensar antes. Y después, en la reescritura.
Pero en ese primer contacto no. Es el momento de la confianza, de la plena aceptación de quienes somos, de lo que ignoramos, de lo que sabemos, de nuestros errores de concepto, de nuestras fortalezas.
Es el momento de olvidar que existe el diccionario y permitir que los dedos hagan los que saben hacer: hurgar en las narices de los vivos. Moverse. Ya vendrá después la pleitesía. Hincar la rodilla frente a las motivaciones, los razonamientos, la lógica ilógica del ego humano, las servidumbres de la mímesis.
Pero en las primeras citas, esa sucesión de flechazos con cada página nueva, cada párrafo, hay que dejarse ir. Con ingenuidad y confianza. Esperanzados.
Cada vez creo más que escribimos para aprender. Que la literatura es una herramienta para seres curiosos. E insaciables, supongo. Sea cual sea la longitud potencial de la onda expansiva, el malévolo poder del ego, la generosidad primordial.
Cuando se escribe desde el núcleo no se piensa. Eso creo.
Puede que por esto escribir sea un esforzado descanso.

3 comentarios:

  1. Sí, yo tb creo que cuando se escribe en el sotano (o desde el núcleo como dices tú) no se piensa y todo sale mejor.
    Creo que las mejores novelas se escriben desde algún lugar inexpugnable de nosotros mismos. Es la oscuridad del núcleo de ese agujero negro de nuestro interior el que hace sensible el rastro del mosnstruo. El rastro del mostruo, que es, en definitiva, la novela en sí misma.
    No hay más que no pensar y dejarse fluir de dentro hacia afuera, sin miedo, con toda honestidad. Creo.

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  2. Siempre me ha gustado esa idea de que existe un lugar inexpugnable dentro de nosotros mismos.
    Lo que no comparto tanto es la inevitable existencia de un monstruo, como tal, en el sótano. Todos tenemos sótanos, cierto, lugares oscuros, pero quizá vistos desde fuera no lo sean tanto. Es posible que lo que a nuestra debilidad, a nuestro miedo o a nuestro perfeccionismo les parecen monstruos no sea más que el rastro de nuestra humanidad. (Por cierto, que en tus novelas no he visto ningún monstruo).

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  3. Bueno, eso es porque yo me refería a las buenas novelas, no a las bienintencionadas.
    No obstante, no es verlo, como digo, sólo sentirlo, saber que anda por ahí, como en Alien El Octavo Pasajero. Pero tienes razón, eso sólo se consigue en las buenas de verdad. Creo.

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