lunes, 22 de agosto de 2011


Siempre me ha gustado observar. Quizá por eso elegí mi profesión: desde el primer día en la universidad nos machacaron con que el examen visual del paciente es una de las partes más importantes de la evaluación. Y escuchar: la voz, la cadencia de la marcha, la respiración...
En este mundo boomerang las buenas costumbres se reciclan, se hacen necesarias por razones bien diferentes. Y te salvan la vida, y también te la complican.
Esta obsesión, por ejemplo, me salva del aburrimiento con frecuencia. Da de sentido a las actividades más sencillas. Y me ayuda a mirar a las personas, a mirarlas de verdad. A tratar de entenderlas, de ponerme en sus zapatos. A inventarles historias. A imaginar a sus madres. Esto también me ha salvado de la desesperación en muchos otros momentos, de la pérdida de fe en la gente, con todo lo decepcionantes que somos, lo mezquinos, lo cobardes. Ha mantenido engrasada mi capacidad de emocionarme con los pequeños gestos. Me ha ayudado a saber quién soy, por esa extraña teoría de los espejos.
Ahora estoy construyendo una pléyade de personajes que serán mis acompañantes durante mucho tiempo. Muchos de ellos son monstruos. Todos son humanos. No me veo diferente de nadie, ni a ellos de mí. Podrían estar vivos de veras, de hecho creo que si se me han ocurrido es porque lo están. De algún modo. Algunos tienen rasgos de personas que conozco. Otros se parecen demasiado a mí. Los hay respondones que no quieren reaccionar como yo ni así los maten (a mí me pasa lo mismo con mi madre). Todos quieren decirme algo. O quizá quieran ser mi voz. A veces creo que todos, todos, somos marionetas. Nada resulta ser cierto, pero me gusta creerlo.
Una vez me enamoré de uno de mis personajes. Fue cuando le hice llorar de risa en una escena. Luego soñé con él muchas noches seguidas. Y rastreaba cada rostro masculino por la calle en su busca. Se me pasó enseguida. Es posible que haya una medicación para todo esto. No lo sé. Tampoco sé por qué te lo cuento. Será que es lunes y que el otoño se acerca. Será que a veces tengo miedo de dónde me llevará este boomerang, finalmente. Observo y hallo. Y luego reproduzco, invento. Es posible que sea yo el personaje que se cree que observa. Aunque luego lo escriba.


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