lunes, 29 de agosto de 2011

"Una de las pocas cosas que sé acerca de la escritura es esta: gástalo todo, dispáralo a bocajarro, piérdelo sobre la marcha una y todas las veces que sea preciso. No conserves lo que parece provechoso para más adelante, para otra fase del libro: dalo todo. Dalo todo ahora. (...) El impulso de guardar para uno mismo lo que ha aprendido no sólo e svergonzoso, sino que es destructivo. Todo lo que uno no dé libre y abundantemente termina por perdérsele. Uno abre un buen día la caja fuerte y se encuentra con cenizas."
Annie Dillard. Vivir, escribir.

En la vida pasa igual. El egoísmo es uno de los principales engaños del ego: nos susurra al oído que perderemos eso que damos al otro, que lo dejaremos de disfrutar. Es mentira. Y solo lo experimentamos cuando somos capaces de renunciar de corazón, de dar eso que atesorábamos para nosotros.
Mis monstruos me exigen atención; yo me resisto. Los días en que la pereza me gana la partida acaban por convertirse en páramos desolados, llenos de ceniza. Lo mismo pasa con el dolor que encierran algunas palabras. Con la dulzura. Con ese amor que se nos escapa por los poros y que pide a gritos ser ordenado, canalizado en palabras; palabras que nunca nos atreveremos a decir, por miedo, por orgullo, amor ceniza que se desvanecerá en un golpe de viento y no habrá servido para nada.
Puedo pensar que ellos no existen, pero sé que no es cierto. Cada uno sabe pronunciar sus exorcismos; posee la receta del instante; encarna algo que no porque quiera decir es importante. Pero que soy yo, aunque no lo sea. Puede que sea todo un galimatías. Perdóname, te quiero, te he echado de menos, conocerte y que me conozcas, poder decir la verdad, cuán ingenua soy, me cuesta olvidar, sueño con tus abrazos. Tengo miedo. Nunca es mejor momento para decirlo que ahora mismo. Ellos los saben, los personajes. He decidido que puede haber amor dentro del odio. Que no demoraré más el instante de que se miren a los ojos de nuevo, en que al fin se reconozcan. Aunque de todas maneras yo termine siendo nada más que ceniza. Exactamente igual que ellos.


2 comentarios:

  1. Es conmovedor lo que cuentas y una verdad sentida y compartida. Ya decía Machado que la moneda del alma debe darse para no perdera. Gracias por recordarnoslo a todos cuantos buscamos a tientas la verdad.

    ResponderEliminar
  2. "La moneda del alma", que bonita manera de decirlo. Yo creo que todos buscamos a tientas (los que buscamos algo, claro); y me temo que esa verdad que buscamos no existe. Pero es una buena empresa en la que pasar estos días que nos han regalado, aunque no entendamos bien para qué.
    Gracias, Román.

    ResponderEliminar